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jueves, 6 de diciembre de 2012

LITERATURA PANAMEÑA DE DUELO: FALLECE CHAGMARÍN.

Carlos Francisco Chang Marín

Por: Julio Palacios Sambrano

Que lamentable que no estés entre nosotros, hoy recibí la noticia de tu partida y vino a mi memoria de manera inmediata toda su hazaña de vida, compleja y turbulenta, pero a la vez plena y pura, la que marcaron mi vida desde mi juventud. Cuando en mi andar político tuve el privilegio de ser Presidente del Parlamento Centroamericano (Parlacen); en alguna ocasión me preguntaron, si consideraba había algún panameño el cual proponía para ser homenajeado y condecorado por el Parlacen y sin dudar un solo momento propuse en primera instancia Chang Marín y así fue como tuve la oportunidad de otorgarle la más alta condecoración que puede portar un hijo de esta tierra centroamericana – La Orden Francisco Morazán- en el Grado de “Gran Cruz”, reservada solo a personalidades y a jefes de estado. Consecuentemente tal reconocimiento trajo consigo un efecto cascada de manera que muchas organizaciones nacionales e internacionales volvieron la mirada hacia este luchador social y humilde compatriota. Es por esto que le dedico estas palabras, para que las futuras generaciones de panameños le reconozcan con honor y gloria.

Voy a exaltar la figura de un hombre que admire mucho por su pensamiento de hombre de izquierda y por su doctrina, que durante todo lo largo de su vida, trabajo para que nos retornaran aquellos libros, versos y canciones; olvidados y arrebatados por esas manos asesinas de nuestra cultura y de nuestra identidad nacional, fue un hombre del mundo de las artes y de la cultura, que se caracterizo por su plena identificación de nuestra nacionalidad, a través de las luchas sociales de los trabajadores y de nuestro campesinado, a si como también, fue un defensor de los valores humanos y un luchador incansable por la paz. Mucha de su obra la dedico a la lucha nacionalista, a la lucha contra la opresión y la presencia colonial norteamericana en la Zona del Canal, siendo un férreo crítico de nuestra mediatizada soberanía. Este maestro, también puede definirse como un poeta obrero de las letras; producto de su ejercicio participativo en la política criolla, y particularmente desde su militancia política, sostuvo una tenaz lucha anti oligárquica y anti imperialista, lo cual le significó períodos grises en su vida, habiendo pasado mas de cuatro años en las cárceles del país y dos años de ingrato destierro forzado, en tierras chilenas; en verdad estoy hablando de un patriota y de un gran revolucionario; que el destino lo hizo ser lo que fue, y caminando por los senderos de la honestidad, la perseverancia y la tenacidad; forjo un camino de luchas reivindicativas de nuestra nacionalidad; el fue un hombre que mantuvo la firme convicción de reconocer la calidad de prócer de nuestra independencia, al General Victoriano Lorenzo; y créanme que es por eso y muchas mas razones es que me siento realmente orgulloso de haberle conocido y ser su amigo Carlos Francisco Chang Marín.

Es por ese trabajo, que con dedicación, esfuerzo, entusiasmo y sobre todo un gran amor a la patria, realizo en beneficio de la educación, el arte y la cultura, de nuestro país. Es para mí muy importante haberle reconocido su labor, pues como bien señalara el poeta guaraní: “Si se calla el cantor, se muere la vida, porque la vida misma, es toda un canto; si se calla el poeta, se puede uno, incluso, hasta morir de espanto; se mueren la esperanzas, la luz y la alegría; si se callan los que escriben, nos quedamos solos los humildes”. Que ha de ser de la vida, si el que es poeta, no alza su voz en las tribunas, por el que sufre, por los que no tienen ninguna razón, para que los condenen a vivir sin abrigo. Chang Marín, nunca perdió la oportunidad de usar una tribuna y plantear en ella una verdad, ya sea con la pluma que ha sido su mejor espada o con el pincel como su mejor fusil. Una vez aprendí y hoy estoy seguro, que no hay quien crezca, mas allá de lo que vale, y  aunque siempre habrán personas mediocres, faltos de ingenio, y siempre acostumbrados a treparse en zancos; yo les digo compañeros y compañeras, que esas mismas personas, pronto ya no las tendremos aquí, ni seremos mas, bailarines de sus fiestas. Chan Marín, nos enseño a creer en lo hoy creemos; a creer en las heridas, que mas que dañarnos y aunque si nos duelen, nos hacen hermanos, de entre los que luchan. Créanme, que sus pinturas, sus libros, poemas y canciones, han valido todas sus tormentas, que aunque duras, nunca permitió, que lo invitaran a parar. Y es por estas y muchas otras razones, es que su legado, sobrepasarán las fronteras de su amado terruño, “Veraguas”, de este su amado país, “Panamá”; para convertirse en un hijo de la Patria Grande Centroamericana.

Julio Palacios Sambrano.
Militar, investigador, instructor castrense, profesor universitario, empresario, escritor y político Panameño. Autor de artículos sobre política, parlamentarismo, seguridad nacional y relaciones internacionales. Miembro del Partido Revolucionario Democrático y promotor de cambios políticos e institucionales en la República de Panamá.



2 comentarios :

  1. Agradezco a mi amigo Julio Palacios Sambrano, quien se ofreció a redactar este artículo para Fragata en memoria de uno de los panameños mas ilustres que ha dado mi pequeña patria.

    Un abrazo amigo..!

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  2. Sobre Changmarín, puedo decir que la primera vez que supe de él tenía 18 años. Trabajaba en la imprenta de La Universidad de Panamá y estábamos imprimiendo una obra denominada “Las Mentiras Encantadas” del mismo Chagmarín.

    En aquel tiempo, la Imprenta Universitaria estaba a cargo del Profesor José Cerezo (q.e.p.d.) y yo, era un pobre muchacho que pesaba unas cien libras con ropa mojada y botas puestas.

    Tenía el cargo de Operario de una máquina dobladora de papel. Las enormes resmas de papel salían tibias e impresas de unas cuatro o cinco prensas y pasaban a mi sección. Yo acomodaba las resmas en la envejecida maquinaria de hierro semi –oxidado, y la carcacha metálica doblaba las hojas en tres partes, para luego pasar a compaginación, la cual se hacía a mano por unas diez mujeres, la mayoría ya eran abuelas.

    Mientras la máquina andaba, tome una de las hojas y empecé a leer… y caí… tropecé y caí en el abismo de este extraordinario hombre, hasta que el Profesor Cerezo me trajo de vuelta a la realidad con un grito. La mayoría del papel se había perdido, y el que quedaba, caía por doquier por los suelos, y yo, quien leía justo al lado, no me había dado cuenta. Tuve suerte de no perder el empleo.

    Al día siguiente me cambiaron de equipo con otro compañero, y me pasaron a la máquina pegadora de libros… Changmarín pasó por segunda vez por mis manos, y para colmo, el Guillotinista no vino ese día. Me toco cortar los libros también.

    Curiosamente, Las Mentiras Encantadas fue el único libro en todo el tiempo que estuve trabajando en aquella imprenta que doblé, pegué y corté… Puedo decir a mis nietos que yo tuve el privilegio de hacer con mis manos una obra de Chagmarín.

    Aún conservo un ejemplar de este libro que me regaló al final el mismo profesor Cerezo. Nunca olvidaré la frase que dijo cuando me lo entregó: “Jamás botaría a alguien por leer a Changmarín”.

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