Hoy
deben estar recordando con honores (como se hace todos los años en esta fecha)
al Teniente John Connors, un soldado americano del equipo SEALS, quien murió
junto a otros compañeros en aquella misión que tenía como propósito la toma del
Aeropuerto de Paitilla en medio de la Operación Causa Justa, para algunos, una
humillante agresión armada, para otros, la liberación del país de las manos de un dictador.
Siento
tristeza por el evidente contraste que existe entre una nación que honra a sus
caídos, y otra que hace hasta lo imposible por pasar la página, y olvidar sin
hacer justicia.
El no
reconocer que sí hubieron panameños que murieron convencidos de que defendían a
su patria no solo es una bofetada para las familias que jamás recuperarán a sus
muertos, sino que también obstaculiza la profundización de la nacionalidad de
todo un país.
Curiosamente,
los muertos de la invasión estadounidense a Panamá superan con creces a las
víctimas del 9 de enero, sin embargo, para los gobiernos de turno es más duelo
nacional esta fecha, que el 20 de diciembre de 1989.
No sé
cual de estos demonios me atormenta mas, si la envidia que siento por la forma
como los demás países del mundo recuerdan a sus “héroes” fallecidos en
conflictos armados; o la vergüenza que siento ante el hecho de que el Presidente
Martín Torrijos Espino, ese que vetara la Ley que declaraba el 20 de diciembre
como día de duelo nacional, sea un miembro del partido del cual milito, y peor
aún, sea el hijo del hombre cuya doctrina, sea la única razón por la cual yo
siga militando en dicha agrupación política.
Se hace
necesario un movimiento nacional que reivindique la memoria de aquellos y
aquellas que hicieron la mayor aportación que puede hacer un ciudadano por su
país, entregar su vida; y cuyo ideal colectivo sea el lograr al precio que sea,
que algún presidente declare el 20 de
diciembre como “DÍA DE DUELO NACIONAL”, y se realice un monumento con los
nombres de nuestros héroes.