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viernes, 28 de junio de 2013

ENTRE MACONDO Y LA MÚSICA VALLENATA

Perfil del Caribe Colombiano, región a la que se dedica este año la fiesta del fuego.


Por: Pedro De La Hoz del Diario Gramma de Cuba.

Gabriel García Márquez es quizás el colombiano más universal de los últimos tiempos. Cuando en 1982 fue investido como Premio Nobel de Literatura, viajó a Estocolmo con una comitiva de músicos de su tierra y recibió los atributos de la Academia Sueca enfundado en un traje liquiliqui.

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ, EL MÁS UNIVERSAL DE LOS COLOMBIANOS CARIBEÑOS.

Con ello quiso marcar un territorio de identidad: colombiano, sí, pero no de cualquier lugar. Al animar la fiesta con aires de cumbias y bullerengues y vestir la prenda de fina estampa que atempera la elegancia con los rigores del trópico, el autor de Cien años de soledad reafirmó su condición de hombre del Caribe.


Una de las voces invitadas por García Márquez a la celebración fue la de Totó la Momposina, recia mujer oriunda de Mompox. Ella será una de las protagonistas de la Fiesta del Fuego 2013, que se desarrollará en Santiago de Cuba del 3 al 9 de julio próximos.

Como se sabe, el más importante y consolidado foro de las culturas populares, las artes y el pensamiento de las islas y los Estados ribereños del mare nostrum del Nuevo Mundo estará dedicado en esta ocasión al Caribe colombiano.

La nación sudamericana presenta un perfil plural. Se observan diferencias entre la gente del Pacífico y la de la intrincada Amazonía; los llaneros tienen más puntos de contactos con sus similares venezolanos que con los paisa de Medellín. El mismo García Márquez en su juventud se mudó a Bogotá y las crónicas que entonces escribió las agrupó mucho después bajo el título Entre cachacos, que sobrenombra a los que habitan en la meseta central del país.

Lo que distingue al Caribe es la intensidad de su mestizaje y la forma en que se integran las culturas de las restantes regiones colombianas en esta zona. Europeos, africanos y pobladores originarios (wayuses y arauacos en mayoría) se entrecruzaron y fundieron en un crisol etnocultural que trasciende los códigos genéticos para derivar en matrices materiales y espirituales compartidas, en las que también se advierten los aportes de migraciones levantinas y asiáticas de finales del siglo XIX y principios del XX. Sobre esta última, valga un dato: Isabel Mebarak nació en 1977 en Barranquilla en el seno de una familia de origen sirio-libanés; dicho así su nombre tal vez no represente nada, pero cuando se pronuncia su alias artístico, Shakira, se descubre a uno de los íconos más cotizados de la movida pop internacional. En efecto, Shakira es caribeña.

A esta región colombiana se le suele identificar por sus ciudades emblemáticas, Santa Marta, Barranquilla y Cartagena de Indias, cuya zona histórica y su sistema de fortificaciones guarda relación con La Habana. Pero hacia el interior de la costa el viajero puede encontrar más de una sorpresa sin que por ello deje de sentir la respiración caribeña, desde los vados del profundo Magdalena, vía fluvial en la que resulta inevitable pensar en el destino de los viejos amantes de El amor en los tiempos del cólera hasta los picos de la Sierra de Santa Marta, en cuyas rancherías se come y canta como si se viviera a nivel del mar.

Existe también una Colombia insular, la de las islas de San Andrés, Santa Catalina y Providencia, favorecidas por el turismo, pero en las que hay trazas entrañables de las culturas heredadas de África y la diáspora antillana, que se resisten a ser asimiladas por las propuestas pintorescas de la llamada industria del ocio.

La cumbia es la más acreditada expresión musical de la región, nacida allí y desarrollada en sus más diversas especies hasta fundirse con la salsa en los tiempos que corren. ¿Quién no conoce La piragua, de José Benito Barros? Sin embargo desde la medianía del siglo XX hasta la fecha se ha impuesto en la región, en Colombia y el mundo, la llamada música vallenata, originalmente surgida en Valledupar y luego extendida tanto a partir de sus fundamentos primigenios —el acordeón europeo, la caja africana y la guarachaca aborigen—, como de su actualización con el pop. De ahí que tanto se reconozca el magisterio de creadores como Rafael Escalona, autor de populares vallenatos, y el acordeonista Luis Pitre, como la renovadora línea de Carlos Vives y Andrés Cabas.

En cuanto a las letras no solo cuenta la presencia tutelar de García Márquez. Me gustaría evocar la capacidad de fabulación de Álvaro Cepeda Zamudio en La casa grande; los revolucionarios versos de Luis Carlos (El Tuerto) López; y la obra narrativa y antropológica de Manuel Zapata Olivella, que con la novela Corral de negros aportó una dimensión inédita del drama social del negro colombiano. Vaya también el recuerdo para su hermana Delia Zapata Olivella, creadora de un ballet folclórico en un esfuerzo comparable al que entre nosotros llevaran adelante Rodolfo Reyes y Rogelio Martínez Furé.

Este diverso e intenso Caribe colombiano se mostrará en Santiago de Cuba, en jornadas donde la música y la danza, la pintura y la historia, la poesía y el pensamiento, construirán nuevos vasos comunicantes entre nuestras culturas.

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