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lunes, 21 de julio de 2014

Más de 3.000 personas vivieron la Independencia, Unidos por la paz en Colombia, país de festivales

Foto: Edward Lora, MinCultura - @edwardloram
Por: Sala de Prensa del Ministerio de Cultura de Colombia.

Cinco agrupaciones ganadoras de festivales de música, cinco ganadoras de festivales de danza y más de 140 artistas, se unieron para conmemorar el día de la independencia de Colombia en Villa de Leyva contagiando a niños, jóvenes y adultos como lo más representativo del país. Una celebración que también se siguió en todos los rincones del país gracias a la transmisión en vivo que realizaron los canales regionales y portales web que se unieron a esta fiesta.​

“El Gobierno Nacional agradece a los colombianos que se unieron a esta celebración, que se dejaron contagiar por los ritmos musicales y dancísticos de este país con la cultura es la base de todo. Gracias por hacer posible un país con una gran diversidad cultural, que se refleja en las múltiples las manifestaciones que tenemos”, manifestó la Ministra de Cultura, Mariana Garcés Córdoba.

La celebración inició con la interpretación del himno de Colombia a cargo de la Banda Sinfónica Infantil de Paipa, (Boyacá), quien continuó interpretando una de las canciones más representativas de la región boyacense, La Cucharita de Jorge Velosa. La agrupación Tradición, ganadora del Festival Nacional de Gaitas Francisco Llirene, de Ovejas Sucre fue la encargada de continuar con la celebración.

“Para Villa de Leyva, haber sido escogido como el lugar para llevar a cabo la conmemoración del 20 de julio es muy importante, porque nos recuerda que somos colombianos y celebrarla con estos festivales es un honor”, dijo Fabián Camilo Igua López, Alcalde de Villa de Leyva.

De Sucre a ritmos de gaitas, los colombianos se transportaron hasta Sibundoy (Putumayo), con una muestra colectiva del Bëtscnaté (Día grande) o carnaval del perdón, una celebración por la reconciliación, la paz y la vida que a ritmo de tambores contagió a todos los asistentes y le dio paso a los grupos ganadores del Festival de Música Andina Colombiana Mono Núñez Quijotadas y Encanto quienes interpretaron los temas Volando y Así suena mi tierra respectivamente.

“Es muy importante estar en esta celebración porque podemos mostrar nuestra cultura y cómo a través del  carnaval del perdón somos gente de paz”, afirmó Juan Bautista Agreda, Taita de Sibundoy.

Luego de escuchar a los grupos del Festival Mono Núñez, los asistentes al concierto presenciaron los bailes La manta redonda, Bachué y Bailas guasca, gracias a la Agrupación Folclórica Joaquín Piñeros Corpas quienes participaron en el Encuentro Nacional de Torbellino y Danzas Tradicionales.

La música urbana también estuvo presente en Colombia, país de festivales, gracias a la agrupación Zatélite quienes se destacaron en el Festival Altavoz de Medellín del 2013 y presentó en esta oportunidad los temas Ciclobeat y Hay un error en el sistema. Zatélite le dio paso a lo más representativo del Huila, el Festival Folclórico, Reinado Internacional del Bambuco con la Agrupación Folclórica Los Opitas quienes a ritmo de sanjuanero, rajaleña, rumba opita y merengue campesino hicieron que los asistentes se levantaran de sus sillas para bailar a ritmo de las danzas de la región huilense.

Del sanjuanero, los asistentes pasaron a bailar a ritmo de chirimía con la agrupación ganadora del Festival Petronio Álvarez 2013 en la categoría de Chirimia Rancho Aparte quienes contagiaron a los habitantes y turistas de Villa de Leyva con la música de la región Pacífica. Y del Pacífico se pasó al Caribe con el Festival de Cumbia José Barros del Banco, Magdalena y el grupo Pocabuy, ganador en tres oportunidades de este festival.

“Es un orgullo, un honor estar en esta celebración del 20 de julio porque podemos mostrar nuestra cultura e identidad. Además, esta es una oportunidad para que toda Colombia aprenda de nosotros y nosotros de ella”, dijo Adriana Álvarez del grupo Pocabuy,  representante del Festival José Barros de El Banco Magdalena.

En este 20 de julio, el vallenato también fue protagonista con Gustavo Picón, Rey Vallenato 2014, del Festival de la Leyenda Vallenata, quien interpretó El mejoral de Rafael Escalona, una canción que conmocionó a todos los asistentes. El Rey le dio paso al Torneo Internacional del Joropo con el grupo Danzat quien fue el último grupo en presentarse.

“Este evento demostró lo que somos como colombianos: paz, cultura y alegría. Fue maravilloso poder recorrer el país con estos grupos”, dijo Martha Ruiz, asistente al encuentro.

Colombia, país de festivales cerró con la canción Soy Colombiano, interpretada en una sola voz por más de 140 artistas y los más de 3.000.asistentes a esta celebración, demostrando así la gran diversidad cultural que tiene Colombia y haciendo lo orgulloso que es ser colombiano.

ISRAEL VS. HAMAS: ENTRE EL TERRORISMO Y LAS CAUSAS JUSTAS

"Mientras que Hamás pretende la desaparición de los judíos y de su estado nacional y la imposición de una teocracia islamista sobre toda Palestina, Israel pide que Hamás deje de bombardear a su población civil como ha hecho día tras día desde que arrebató el gobierno de la Franja de Gaza por la fuerza a sus hermanos palestinos de Fatah".



Por: Gerardo Sotelo/Montevideo, Uruguay.
“No hay guerras justas. Lo que hay son causas justas”.

La frase se la escuché por primera vez hace más de veinte años a Adolfo Pérez Esquivel, probablemente en unas jornadas sobre derechos humanos que se desarrollaron en una universidad del barrio de Flores, en Buenos Aires.

Por aquellos años, Argentina y Uruguay transitaban sus primeros años de restauración democrática, entre pedidos de justicia ante la barbarie militar.

En estas últimas horas, mientras veía por televisión caer las bombas sobre Gaza y las ciudades israelíes como Sderot, Ashkelon y la misma Tel Aviv, volvió a mi memoria aquella sentencia del premio Nobel de la Paz.

La guerra es siempre una acción criminal pero más que eso, toda resolución violenta de un conflicto encierra el germen de un enfrentamiento futuro. La guerra puede terminar con un bando ganador y otro derrotado, pero nunca arroja justicia sobre las causas que las disparan. Por el contrario, la guerra suele enmascarar y pervertir una causa justa bajo el oprobio de las víctimas que deja a su paso.

Para no acumular más lamentos e hipocresía a un conflicto en el que ambas abundan, pensemos en la guerra que se libra en Gaza sobre la base de las causas que uno y otro dicen defender para establecer un criterio de justicia.

Una forma práctica de acercarnos a ellas es preguntarle a los contendores qué reclaman a cambio de dejar de bombardear al enemigo.

El resultado es muy revelador:

     mientras que Hamás pretende la desaparición de los judíos y de su estado nacional y la imposición de una teocracia islamista sobre toda Palestina,

     Israel pide que Hamás deje de bombardear a su población civil como ha hecho día tras día desde que arrebató el gobierno de la Franja de Gaza por la fuerza a sus hermanos palestinos de Fatah.

Una primera conclusión podría ser que, mientras los gobiernos de Jerusalén y Ramallah buscan una forma honorable de sentarse a resolver su conflicto sobre territorios, soberanía y seguridad, los milicianos de Hamás luchan, según el Art. 6 de su estatuto, por "levantar la bandera de Alá sobre cada pulgada de Palestina".

En caso de que queden dudas sobre la justicia de su causa, alcanza con leer el artículo 9 de su estatuto.

Allí se dice claramente que la organización tiene como objetivo "la lucha contra el mal, derrotarlo y vencerlo para que la justicia pueda prevalecer, las patrias sean recuperadas y desde todas las mezquitas emerja la voz del muazín declarando el establecimiento del Estado del Islam, de modo que la gente y las cosas retornen a los lugares correctos y Alá sea nuestro salvador".

Como se ve, ya no estamos ante un conflicto árabe-israelí sino uno entre una organización de musulmanes que "temen a Alá y alzan la bandera de la Yihad" (la guerra santa contra los infieles) por un lado, y habitantes de Medio Oriente de fe judía, musulmana, cristiana o de ninguna, que luchan por establecer los límites de dos estados nacionales, uno judío y otro palestino.

La justicia de la causa nacional palestina está fuera de discusión. Tanto lo está que ya en 1947 las Naciones Unidas promovía la creación de un estado soberano para los árabes de Palestina, al lado de uno para los judíos, mientras los vecinos árabes esperaban la oportunidad de echarle mano a ese árido pedazo del mundo.

Los líderes árabes de Palestina, alentados por sus hermanos árabes de la región, se opusieron a la partición de Palestina y lanzaron una guerra contra la población judía antes de que esta alcanzara a tener un Estado y un ejército.

El dato no es menor porque marca el inicio de un tiempo de dolor y guerra que los palestinos llaman "nakba" ("catástrofe" en árabe) y que constituyó una gigantesca humillación: los ejércitos de Egipto, Siria, Líbano, Irak y Transjordania (que contaban con apoyo de Yemen y Arabia Saudita, a su vez por las potencias colonialistas como Gran Bretania) fueron derrotados por un conjunto milicianos y colonos mal armados pero determinados a luchar.

El destierro, la derrota, la precariedad de los campamentos de refugiados, la pobreza, la ocupación israelí y la humillación militar (que se reiteraría en las guerras de los Seis Días, en 1967, y de Yom Kipur, en 1973) constituyeron un caldo de cultivo ideal para que aumentara el resentimiento y se alentara la solución violenta a un conflicto que se pudo evitar en 1947.

Sin embargo, cuando se habla de la guerra entre Israel y Hamás, aquel conflicto pasa a un segundo plano.

Sería escandaloso, si no fuera además repugnante, que muchos de los encolerizados defensores de la población de Gaza pretendan confundir la justa lucha del pueblo palestino por su independencia con la ideología fundamentalista y genocida de Hamás.

Declaraciones como las del gobierno uruguayo, condenando lo que califica como una reacción "desproporcionada", no ayudan a la pretendida búsqueda de la paz. Más bien se inscriben, sin proponérselo, en la dinámica de los hechos que propone Hamás.

Primero porque patrocinar la reacción "proporcionada", la que cada día emprende Israel contra quienes bombardean a su población civil desde la Franja de Gaza, es aceptar el statu quo del terror.

Segundo porque evitar la guerra, promover la búsqueda de la paz, proteger a la población civil y limitar las acciones bélicas a blancos militares, son propósitos que se corresponden con los de Estados de Derecho como Israel o Uruguay, pero no con los de una organización extremista como Hamás. Una organización que adoctrina a sus niños en el odio, entrena a sus jóvenes en el martirio, esconde sus pertrechos bajo edificios civiles y bombardea indiscriminadamente a judíos y palestinos israelíes.

Si el gobierno uruguayo y la comunidad internacional quieren lograr la paz inmediata en Gaza, alcanza con que le exijan a Hamás que deje de bombardear las ciudades y kibutzim del vecino Israel.

Sería un intento en vano porque Hamás tiene como propósito el exterminio de Israel y la expulsión o la aniquilación de todo aquel que no se convierta a la versión suní del Islam.

Si no se quiere llegar tan lejos, se puede exigir a los líderes de Hamás que al menos protejan a sus hijos y ancianos, renunciando a la repulsiva táctica de esconder sus milicianos y pertrechos debajo de hospitales, mezquitas y casas de familia. Sin embargo, se prefirió el insólito expediente de pedirle a una nación agredida que ejerza la defensa de sus ciudadanos sin hacer prevalecer su superioridad militar.

Por cierto, ninguna de estas exigencias habría tenido una respuesta positiva.

El negocio de Hamás no es la paz sino la guerra.

La paz definitiva, la que permite reconstruir la vida de dos pueblos desde la aceptación, la dignidad nacional, la libertad política y religiosa y la prosperidad compartida, sigue esperando un liderazgo más valiente y menos ubicuo, capaz de ayudar a que se consoliden las causas justas.


La de Hamás, claramente, no lo es.
 
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