Las últimas

miércoles, 13 de mayo de 2015

Testimonio: Volver a Cuba sin ti

Por Danay Riesgo Díaz.

Justo hoy hace dos meses que de tus labios salió un tierno: “Te quiero”. Fueron tus últimas palabras que permanecerán dentro de mí hasta el día que me reúna contigo.

Has marchado de nuestro lado con las ganas de volver a Cuba. No pudo ser.  La enfermedad nos atacó rápidamente, sin darnos tiempo a recapacitar.

Sé que te hubiera gustado estar ahí. Te gustaba sentir el agobiante calor en tu suave piel, la brisa del mar al atardecer, jugabas con las olas como una niña pequeña y esa puesta de sol que no dejabas de mirar hasta que como si cerrando los ojos el sol se guardara en tus pupilas.

Quiero pensar que aquí eras feliz, con la certeza de que tenías una felicidad muy incompleta. Una felicidad mutilada por la desdicha de no poder compartir tu vida en el lugar que quieres y con los que quieres. Dejas tu hogar, tu camino de todos los días, tus ilusiones, tus penas pero propias y te conviertes en un peregrino en tierra de nadie.

En carne propia

Recorrimos juntas un largo camino y muchas veces me cuestiono el tan alto precio que tiene vivir fuera de Cuba. Yo lo viví en carne propia, en carne viva y con heridas de una batalla de 20 meses de duración cuando entre horas de lucidez intentabas averiguar sobre las vicisitudes de Cuba con la repetida pregunta de: ¿Has sabido algo de Cuba hoy?

Leía en tu mirada las ganas que tenías de volver y el día que te diste cuenta que ya era imposible hacerlo. Sufriste doble. Sufriste por el cáncer y por el cáncer que significaba no poderte despedir de tu madre, ni de tus vecinos, ni de tus seres queridos. Me tenías a mí que lo daba todo por ti pero no pude hacer nada y ese dolor me corroe y me come las entrañas cada día. La vida del emigrante es muy dura. Me lo decían y no lo creía hasta que te vi con el corazón roto.

Eras única, mamá.  Busco tu silueta en cada rincón de estas paredes y no te encuentro. Ya te has ido. Ahora sé que estas donde querías, en tu casa, sentada en el sillón que habita en el portal como un miembro más de la familia, tomándote esa taza de café que en vez de insomnio te sosegaba y ese cigarrillo que con un sensual movimiento como tal danza hacías consumir.  También estas en mí y estarás por siempre.

Ahora pienso sin hacerle caso a mi corazón, que me traiciona cada día intentando olvidar lo imposible, que no sé cómo volver a Cuba sin ti.

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