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viernes, 14 de febrero de 2014

El 9 de enero y el proyecto nacional

Por: Luis Navas P.

En horas cercanas a la de este solemne acto un grupo representativo de estudiantes del Instituto Nacional marchaban en compacta formación hacia el Colegio Secundario de Balboa. Iban a reivindicar la dignidad de la patria ofendida. Ignoraban el desenlace de esa noble iniciativa. Para llegar a aquel colegio se internaron en las entrañas del monstruo.  En el enfrentamiento en ciernes hasta los muertos saldrían a combatir. Sin duda salieron Urracá, Quibián, Felipillo, Pedro Prestán, Victoriano Lorenzo y por qué no, hasta  Justo Arosemena.

Días previos, la atención pública nacional estaba pendiente de las convenciones de los diferentes partidos políticos nacionales ensimismados o preocupados en las escogencias de sus respectivos candidatos presidenciales. De la misma manera daban cuenta de la negativa tozudez de los colonos estadounidenses o “zonians” a ejecutar el acuerdo binacional de izar las dos banderas en la Zona del Canal.

El Panamá América de ese jueves, en su primera plana, a su vez informaba del llamamiento que hacia Fleming, el Gobernador de la Zona del Canal a los “zonians” a honrar el compromiso de izar las dos banderas. Así mismo daba a conocer la oposición rotunda del Consejo Cívico de Balboa de acatar la orden de izamiento.  Por su parte  el Diario Crítica informó sobre la oposición a eliminar definitivamente el asta del Colegio de Balboa como una salida a la crisis que se había provocado.

El Colegio Secundario de Balboa para ese entonces contaba con una matrícula de 1,851 estudiantes. Pese a su mercenario anticomunismo Jules Dubois, en su libro intitulado Danger Over Panama (publicado en mayo de 1964), observa que, de aquella cantidad, 1,777 eran hijos de ciudadanos estadounidenses y 74 eran no estadounidenses, principalmente panameños, que constituían un 4%. El 96% restante eran hijos de militares y civiles al servicio de las fuerzas armadas acantonadas en la Zona del Canal (50.1%); empleados del gobierno de la Zona del Canal (34.5%); comerciantes estadounidenses no gubernamentales (7.3%) y de la embajada y otras agencias del gobierno de los Estados Unidos (4.1%).  A simple vista resalta la oposición ultra conservadora de la estructura militar, civil, comercial y diplomática de los ciudadanos estadounidenses a respetar y hacer respetar el acuerdo de su gobierno al izamiento de las dos banderas.

El 9 de enero trascendió y de inmediato abrió el cauce al poderoso torrente del patriotismo panameño.  A 50 años todavía existen áreas por investigar y hay que seguir indagando.  Por lo pronto podemos distinguir otros escenarios a saber:

1. El de la eclosión patriótica de amplios sectores de la sociedad panameña; 2. El de la lucha diplomática para comprometer a los Estados Unidos a negociar un nuevo tratado y 3. El de la lucha anticolonial o de liberación nacional.

Ciertamente, la indignación nacional prendió en la conciencia de miles de panameños, fundamentalmente entre los humildes y entre su juventud. La desigual confrontación con el más poderoso de los ejércitos imperiales de la historia mundial además de coraje y voluntad de lucha requería iniciativas que preservaran lo más posible la vida. Eso fue lo que procuró hacer el movimiento estudiantil universitario ese mismo 9 de enero, en horas de la noche: evitar que los panameños se convirtieran en fácil tarjeta de tiro para las tropas agresoras. Se organizaron manifestaciones simultaneas a la Comandancia de la Guardia Nacional, en la Avenida B, a exigir armas y otra que se dirigió a la Presidencia a exigirle al presidente Roberto Francisco Chiari,  firmeza ante los Estados Unidos de América y que ordenara a la Guardia Nacional que saliera a defender o que entregara armas al pueblo.

La noche del 9 fue asaltado un negocio de armas en la capital de nombre América y se sustrajeron algunas armas y municiones. De esta manera el enfrentamiento adquirirá otra dimensión,  pero desproporcionadamente desigual por el poder de las armas de los militares estadounidenses.

Al igual que en la capital, en las principales provincias del país también se desarrollaron jornadas significativas. En Coclé se constituyó inmediatamente el Comité Por Defensa de la Soberanía Nacional. En Azuero hubo manifestaciones de repudio a la cobarde agresión.

En Veraguas, provincia donde se había dado una efímera experiencia guerrillera en 1959, su Consejo Municipal mediante resolución le declaró la guerra a los Estados Unidos de América; convocó a un cabildo abierto y con el apoyo de más de mil firmas organizó las milicias populares. Su comandante en jefe Pedro Núñez Adames, le remitió un telegrama al Presidente Chiari, poniéndose a las órdenes. Hubiera quedado como una simple anécdota si no es porque el Presidente Chiari se tomó muy en serio la disposición de los patriotas veragûenses y les contestó lo siguiente: 

Pedro Nuñez Adames
Comandante en Jefe 
Milicias Populares de Veraguas
Santiago

Gracias. Mil gracias le doy a los soldados sin armas de mi patria. Y, he aquí lo relevante, agregó a renglón seguido Os prometo no ceder un ápice ante el imperio.
RFCH Presidente de la República.

Si lo primero podría motivar cualquier risa burlona, lo que escribió de inmediato era un firme compromiso patriótico.

Desde Chiriquí se reportó la destrucción en David de las oficinas de la USIS y del Chase Manhattan Bank. En Puerto Armuelles, donde operaba la compañía bananera, sus directivos, ciudadanos estadounidenses se refugiaron en Costa Rica. El Consejo Municipal del Barú tomó la iniciativa de convocar a los 63 consejos distritales del país a un Primer Congreso Municipal por la Defensa de la Soberanía y en apoyo al presidente Chiari. Este congreso se efectuó en la Ciudad de Panamá el 18 de enero de 1964.

¿Por qué había que apoyar a Chiari? Por cuatro razones sustanciales:

  1. Rompió inmediatamente relaciones diplomáticas con los Estados Unidos de América.
  2. Acusó a los Estados Unidos de América por agresión en la Organización de las Naciones Unidas y la Organización de los Estados Americanos.
  3. Exigió negociar un nuevo Tratado
  4. Para neutralizar la represión de la Guardia Nacional contra los combatientes. Muchos ignoraban que en la comandancia de la Guardia Nacional los Estados Unidos de América contaban con una oficina de enlace militar y se vieron obligados a abandonarla el viernes 17 de enero. (Véase El Día 18-1-64.p1).  También olvidan que desde 1942 hasta 1970 el Ministro de Relaciones Exteriores de Panamá tenía un asesor militar de los Estados Unidos de América.

Al día siguiente de la agresión los diarios de Panamá y el mundo daban cuentas de las consecuencias del ataque despiadado e injustificado al pueblo panameño.

El diario La Hora en su edición del 10 de enero denunciaba que 10 panameños habían sido asesinados y 183 heridos. Como quiera que los Estados Unidos de América jamás aceptó su responsabilidad por el asesinato y por los heridos panameños, al contrario, de manera cínica dijeron que solamente dispararon proyectiles para cazar patos (perdigones) y que estaban cuidando las propiedades de la Zona del Canal, por esa razón el gobierno panameño está obligado a fundamentar su acusación por agresión que le formuló a los Estados Unidos de América ante la Organización de los Estados Americanos.  Por medio de una meticulosa investigación efectuada por el Lic. Guillermo Beleño C., Jefe del Servicio de Informes y Estudios Sanitarios del Ministerio de Trabajo, Previsión Social y Salud Pública. La investigación testimonia que los agresores recurrieron a las balas, perdigones, bayonetas, culatazos y el empleo abusivo de gases lacrimógenos y sofocantes y contundentemente demuestra que las lesiones infringidas se ubican en el abdomen, piernas, tórax y cráneo.

La información se recopiló en 3 Centros Hospitalarios, dos en la Ciudad de Panamá: el Santo Tomás y el de la Caja del Seguro Social y el otro, el Hospital Amador Guerrero de la Ciudad de Colón. Además de otros heridos de menor cuidado, fueron atendidos  por su gravedad 471 en estos 3 Centros de Salud. De ese total fallecieron 21: 18 fueron asesinados en Panamá y 3 en Colón. La mayoría de los heridos son hombres (434) entre los cuales mueren 19. De las 37 mujeres mueren 2 y ambas niñas y en sus respectivas residencias. De los 85 heridos por bala: 72 pertenecen a Panamá y 13 a Colón. De estos 11 fallecieron en Panamá y 2 en Colón. Por los efectos de los gases 37 fueron atendidos, sin embargo, en Colón se concentra este tipo de afectación con 28 incluyendo una baja fatal, una niña. El resto eran indígenas Gunas de aquella ciudad. Por perdigones, la mayoría (36) eran de Panamá y 9 de Colón. En cambio por bayoneta y culatazos predomina Colón con 9 de un total de 11.

Nuestro primer mártir, el Ascanio Arosemena, cayó el 9 de enero a las 7:30 p.m. abatido por un proyectil que le perforó el pulmón derecho y le cortó la aorta. Al día siguiente 10 de enero al mediodía otro potente proyectil le destrozó el cráneo a la niña Rosa Elena Landecho estando en el balcón del multifamiliar de San Miguel, corregimiento de Calidonia. (véase el Diario Critica 14-1-64 p2).  El primer mártir colonense el Carlos Renato Lara, fue asesinado el 11 de enero. Más de uno le disparó: una bala le destruyó el cerebro y recibió varios impactos de perdigones en el tórax y el abdomen.

Allá en Colón se combatió hasta las primeras horas del 12 de enero.  Es en Colón donde se dieron los últimos combates, los últimos heridos y los últimos mártires.  Al igual que en la ciudad de Panamá, infructuosamente fuimos al Cuartel de la Guardia Nacional a pedir armas y fracasamos al intentar hurtar las armas de caza que vendía Casa Mom.  Sobre la resistencia Colonense se refirieron desde el Subsecretario de Estado Thomas Mann hasta la Revista Life, la de la portada emblemática que recrea la escalada del poste eléctrico para colocar la Bandera Nacional, (véase Revista Life Jan-24-1964) y Revista Life en español (2-3-1964).

Después de ser herido mi hermano Juan Antonio Navas Pájaro, asesinan al Sargento de la Guardia Nacional Celestino Villarreta y minutos después ingresa el cuerpecito en pañales de una niña de tan solo 6 meses, Maritza Alabarca.

Es importante destacar que la designación de Avenida de los Mártires nació de la genialidad de varios jóvenes, de esos muchos héroes anónimos que surgen al calor de las luchas, ellos se subieron el 10 de enero, al frontis del Gimnasio de Ancón y simultáneamente pintaron el muro de la entonces Avenida 4 de Julio y allí estamparon el nuevo nombre que los panameños daríamos a esa avenida de la quinta frontera como la llamó acertadamente Omar Torrijos Herrera. El Concejal Ricardo Lince lo oficializa mediante acuerdo municipal el 14 de enero de 1964. Por eso resulta ridículo pretender impedir que los actuales muralistas o artistas panameños, agrupados en El kolectivo, recuperen la memoria histórica en los muros de la Avenida de los Mártires, que debe su nombre a los trazos irregulares de aquellos artistas de enero de 1964.  No se dan cuenta, nuestros gobernantes de turno, que la memoria de una nación es imborrable mientras exista nación,  que “no se puede tapar con pintura lo que nuestro pueblo escribió con su sangre”.

Otro 9 de enero fue el de la batalla diplomática, y esta guerra también tuvo héroes destacados que supieron vencer el miedo y la cobardía de muchos que aconsejaban al gobierno desistir de sus posiciones dignas ante la soberbia y humillaciones del imperio. Los Estados Unidos de América no querían negociar si no simplemente dilatar el debate por la vía diplomática. La experiencia de más de medio siglo de relaciones con los Estados Unidos de América advertía ser preciso en los conceptos ya que ellos son expertos en las interpretaciones e imposiciones unilaterales. Ese pulseo no estaba exento de propiciar un golpe de estado o que prosperara el anticomunismo o la división entre los panameños. Las circunstancias crearon condiciones para que se pudieran superar viejos prejuicios y hasta diferencias secundarias.

Con ese propósito, la misma noche del 9 de enero se reunieron varias organizaciones en la Casa del Periodista para constituir el Comité por la Defensa de la Soberanía Panameña.  Ese Comité organizó el Primer Congreso por la Soberanía, que sesionó en este Paraninfo Universitario desde el sábado 15 al domingo 16 de febrero de 1964.

Jamás se abandonó la movilización del movimiento estudiantil y de amplios sectores sociales.  Las manifestaciones estudiantiles, los mítines en el parque de Santa Ana eran constantes. El balcón presidencial era el lugar donde se renovaba el compromiso de no restablecer las relaciones diplomáticas sin antes tener la absoluta seguridad de unas nuevas negociaciones. Las consignas callejeras además de apuntalar la posición del presidente Chiari servían para fortalecer la rectitud de la gestión diplomática. Se exigió un embajador más experimentado ante la Organización de los Estados Americanos  y Miguel “Mike” Moreno, candidato a la presidencia por un pequeño partido, el  Reformista Nacional, aceptó encarar el reto. Del 17 de enero hasta el 3 de abril de 1964, cumplió exitosamente su misión y dejó para la posteridad esas vivencias por medio de un libro intitulado: “MISION A WASHINGTON”.

El sector empresarial, antes del 9 de enero, era sencillamente impensable acordar con ellos líneas de acción, pero la realidad y la dinámica de los acontecimientos fué fraguando sobre la marcha puntos de coincidencia que allanaron el camino de la unidad nacional. Ellos contribuyeron a ganar adeptos a lo interno de los Estados Unidos de América ayudaron a que influyentes diarios como el Washington Post y relevantes políticos atendieran con objetividad las reclamaciones panameñas. Roberto Motta C., el ex presidente Tomas Gabriel Duque, periodistas como Mario Velásquez, lograron publicar una “Carta Abierta” en el Washington Post y el New York Times.

Ese 9 de enero, el referido a las luchas diplomáticas era más complicado porque tanto en Estados Unidos de América como en Panamá estábamos inmersos en nuestros respectivos procesos electorales y las fuerzas sectarias podían descarrilar cualquier solución con tal de sacar buenos dividendos.

En circunstancias en que los Estados Unidos de América se resistía a aceptar negociar con Panamá y ante la división política de los panameños, se llegó a proponer forjar una gran alianza política de unidad nacional, pero los egos y proyectos personales sepultaron esa posibilidad electoral.

Pese a todo, la tenacidad y la perseverancia del Gobierno de Chiari conjuntamente con el apoyo de las organizaciones populares y la solidaridad internacional, hizo posible que los Estados Unidos de América reconocieran públicamente el compromiso de negociar con Panamá la eliminación de las causas de conflicto en las relaciones de ambos estados mediante un nuevo tratado justo y equitativo para ambas partes.

A partir de esa Declaración Conjunta (3 de abril de 1964) se inició el proceso de negociación pero lamentablemente se volvió a la vieja práctica del secretismo, al estrecho marco bilateral, la exclusión de todos los sectores contestatarios y de todas las fuerzas sospechosas de oponerse a la política colonialista de los Estados Unidos de América en Panamá.  En noviembre hacen renunciar a Jorge Illueca como negociador.

Por razones de tiempo diré en apretada síntesis que en las elecciones presidenciales de mayo 1964 “ganó el candidato de confianza de los Estados Unidos de América Marcos Aurelio Robles”.  El fraude fue escandaloso.  En 1968 presidió las elecciones más asquerosas que conoce la historia político electoral de Panamá.  Ganó en esa ocasión Arnulfo Arias Madrid y permaneció 11 días en el poder.  Un golpe militar lo defenestró.

Hubo varias purgas en el seno de la Guardia Nacional y a partir de 1970, bajo la conducción del General Omar Torrijos Herrera, se estableció y desarrolló una nueva estrategia en el proceso de negociación basada en la construcción de un amplio pacto nacional para recuperar el Canal y desmantelar las bases militares extranjeras en el territorio nacional, se recurrió a ganar el apoyo de la Comunidad Internacional, camino que nos condujo a ingresar a los países no alineados, a restablecer relaciones con Cuba y finalmente otros factores como el avance de la lucha anticolonial en Asia, África y América Latina nos permitieron, el 7 septiembre de 1977 en la sede de la Organización de los Estados Americanos, en Washington, firmar dos (2) tratados con los Estados Unidos de América los llamados Torrijos – Carter: el Tratado del Canal de Panamá y el Tratado de Concerniente a la Neutralidad Permanente del Canal y al Funcionamiento del Canal de Panamá.

Esos dos Tratados entraron en ejecución el 1 de octubre 1979. El Tratado del Canal expiró el 31 de diciembre 1999 fecha en la que asumimos el control total y absoluto de la dirección y administración del Canal de Panamá. Reintegramos el territorio conculcado a principio del siglo XX, conocido como zona del canal. Atrás quedó para siempre la perpetuidad y la presencia interventora de las bases militares de los Estados Unidos de América Después de 500 años de explotación de la posición geográfica asumimos su control y aumentaron exponencialmente los beneficios económicos directos e indirectos.  Por ejemplo, desde 1913 a 1979 recibimos en concepto de anualidad $74.2 millones; desde 1980 al 99, como co-administradores del Canal en virtud del Tratado Torrijos-Carter recibimos $1,740,262  millones.  A partir de ser Panamá la dueña absoluta de su posición geográfica recibió desde 2000 al 2013, $8,500.9 millones.  Solamente el año pasado recibió $1,032.3 millones.

Sin el 9 de enero no se hubiera reconquistado nuestro territorio, ni eliminado el control a perpetuidad de los Estados Unidos de América, tampoco hubiéramos erradicado las bases militares, lo que constituye uno de los mayores logros que hemos alcanzado como nación.

No obstante, esa conquista se puede desvanecer si toleramos que la actual coyuntura de la globalización perdamos nuestros objetivos que como nación libre y soberana debemos mantener y marchemos al compás de los intereses extranjeros.  Para nadie es un secreto que en Panamá por lo menos dos (2) grandes corrientes han coexistidos. Una, la que se esfuerza constantemente por elaborar un proyecto de nación que beneficie a la mayoría de los panameños, mientras que la otra desea subordinar a todos a sus propósitos egoístas excluyentes y de beneficios para los menos y/o al servicio de los interés extranjeros. Un claro ejemplo de esta política excluyente y egoísta la encontramos en la destrucción que desde el Estado se hace a nuestro sector agropecuario, sin tomar en cuenta que todo Estado Nacional está obligado también a garantizar su soberanía y seguridad alimentaria.

Por otro lado,  la educación pública en Panamá cada vez más deja de ser una promotora  de la movilidad social y fuente de oportunidades para los panameños pobres del campo y la ciudad.  Hasta la fecha se mantienen las anacrónicas escuelas multigradas que son un mecanismo reproductor de la pobreza. Un urgente y profundo cambio de nuestro sistema educativo no se puede alcanzar desde arriba, sin la participación activa de todos quienes intervienen en el proceso: gobierno, educadores, estudiantes, padres de familia y ciudadanos.

Igualmente, cegados por el becerro de oro o el afán desmedido de hacer negocios corruptos hemos desmejorado la calidad de vida de la mayoría de los panameños.  Son evidentes las carencias en materia de nutrición, trabajo y salarios dignos, agua potable, vivienda, caminos, carreteras, asistencia médica de calidad y sanidad en general, educación de calidad.  Han sido muchas las promesas de mejores días que se alejan cada vez más de ser concretadas.

Hace 50 años se discutía si trasladar o no el Instituto Nacional.  Hoy se pretende eliminar sus primeros años sin dar más explicaciones.

También les recuerdo que hace 50 años se propuso juiciosamente un acuerdo o pacto político para estructurar un gobierno de unidad nacional y los políticos acostumbrados al clientelismo cerraron esa opción.  Ya sabemos a qué condujo esa miopía.  ¿Hemos aprendido la lección?

Por último, si hay algo que peor retrata el alma enferma en una sociedad degradada es su ingratitud y desprecio a preservar el legado histórico. Hubo dinero para rendirle honor a un desalmado conquistador español y no lo hay para digitalizar los periódicos de la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional. La Patria está en deuda con esos hombres y mujeres que ayudaron a consolidarla. Despojados de toda mezquindad, tenemos la obligación de reconocerles en algún momento sus aportes innegables.  Cuando se defienda la Patria, y decir Patria es decir Madre, no se esperan réditos crematísticos.  Preservar la memoria histórica exige rendirle el merecido tributo, entre otros, al Presidente Chiari, a Manuel Solís Palma, a Eloy Benedetti, a Miguel Moreno, a Jorge Illueca y a esa dirigencia estudiantil que supo entender el momento y acudió sin dilación al parto de la historia.

Finalmente, los panameños tenemos la obligación de preservar el legado ante los nuevos retos que hoy nos llaman y nos convocan. Actualmente se cierne sobre el Canal de Panamá, y su proceso de  ampliación, peligros a los que se le debe prestar toda la atención.  

El Canal es pieza esencial del proyecto nacional, no solo por la soberanía y la integridad del territorio, sino porque la riqueza que genera debe servir para un desarrollo con equidad y bienestar que alcance a todos los sectores sociales.  El proceso de formación del Estado Nacional no se podrá completar siendo una neocolonia totalmente supeditada al carro de los intereses de los Estados Unidos de América y siendo una plataforma de dominación y agresión militar hacia otros países. 

El legado y sacrificio de los mártires de enero y de quienes los antecedieron en la lucha anticolonial, sólo tiene sentido si los beneficios alcanzan a los sectores tradicionalmente marginados del país. Pero quedan numerosas tareas pendientes.  Afianzar la identidad nacional es una de ellas.  El empoderamiento social de las áreas revertidas:  no puede ser que sirvan sólo a la clase social que menos luchó por recuperar el Canal y expulsar a las bases militares.  No puede ser como se advirtió proféticamente estemos sustituyendo el no traspasing por prohibido pasar, propiedad privada.

La defensa del principio del Canal para los panameños, no es solo defender su autonomía o a un administrador, es evitar que el principal patrimonio de la nación, que costó sangre de generaciones de panameños, que su institucionalidad conquistada, sea nuevamente usurpado, esta vez por un reducido grupo de atracadores nacionales en complicidad con otros extranjeros.

Honrar a los mártires de enero hoy implica luchar para evitar que el Canal de Panamá y los nuevos negocios y riquezas que generará gracias a su ampliación, se conviertan en el botín del grupo de saqueadores del Estado Panameño.

El nuevo escenario geopolítico pasa por el interés primordial de Estados Unidos en que se inaugure pronto la ampliación del Canal de Panamá y con ello desalentar, hasta dónde sea posible, la construcción de un nuevo canal por Nicaragua, proyecto que ellos si se toman en serio.  Ellos conocen lo que es capaz de hacer una potencia emergente como China que, con ello tendría presencia en las rutas de aproximación que surcan el Caribe, región en la que se mantienen varias disputas territoriales entre Nicaragua, Costa Rica, Colombia y Panamá.  Es el mismo mar que bordea a Venezuela y su petróleo, a la zona petrolera del Golfo de México (y de los propios Estados Unidos), de la también petrolera Trinidad y Tobago y por el que tendrá que transitar parte del petróleo brasileño.  Por ello, su vicepresidente, Joe Biden, visitó nuestro país, previo recorrido por los puertos norteamericanos en los que se está invirtiendo para aumentar su calado para los postpanamax.

Es la misma región surcada por las llamadas rutas del narcotráfico internacional y la misma en la que existen prósperos paraísos fiscales y reconocidos centros dedicados al lavado de dinero.

Ese nuevo escenario geopolítico y geoestratégico pasa por definir si el clima de negocios que existe en el país de mayor crecimiento y mayor potencial económico de la región se caracteriza también por el crecimiento incontrolado de la corrupción a todos los niveles.  La crisis provocada por el consorcio integrado por  la española Sacyr-vallehermoso, de muy dudosa reputación, es el mejor ejemplo de una traslación peligrosa y desafortunada, en materia de contrataciones públicas panameñas, de la terrible danza de los billones de los sobrecostos. 

El nuevo escenario que los panameños estamos obligados a construir en la actual encrucijada implica la redefinición de una política exterior panameña de Estado y no de gobiernos que ocasionalmente ganan elecciones, basada en una doctrina de independencia, soberanía, identidad, confianza y autoridad en el concierto de naciones, no la comedia vergonzosa que vemos cada día.

Por todo ello la eclosión de enero de 1964, debe ser permanente para seguir teniendo PATRIA y no ser absorbidos por filibusteros actuales.

Este tributo sincero de la Universidad de Panamá destaca su conciencia crítica y por consiguiente no debe cejar en la enseñanza de la historia nacional y en el restablecimiento de la asignatura Relaciones de Panamá con los Estados Unidos y, de igual manera, seguir bregando por la eliminación del armamento peligroso que dejaron abandonados en lugares como: La Isla San José y Fort Sherman entre otros lugares.

La memoria de los Mártires de enero de 1964 y de todos los patriotas de antes y después, hay que honrarla todos los días, luchando por construir un país en el que todos podamos sentir orgullo y no vergüenza de ser panameños.

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