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martes, 8 de abril de 2014

INFLUENCIA DE LA CULTURA EN LOS PREJUICIOS RACIALES

Lady L. Liriano
Por Lady Laura Liriano, 
Rep. Dominicana (ladyllbalbi@hotmail.com).

Indistintamente de los esquemas étnicos que promueve la historia de la humanidad en la segmentación de la especie humana y la permanencia de sentimientos discriminatorios heredados a través de la cultura, en esencia somos seres semejantes marcados por las huellas del racismo.

A pesar de las luchas de integración, organizadas por grupos revolucionarios de Latinoamérica y El Caribe, y del esfuerzo de instituciones que abogan por la paz para derrumbar un castillo ideal construido en base a prejuicios de  relación raza-estatus, aun somos sensibles en temas de descendencia, pues existe un sentir arraigado de que el color de piel es signo de exclusión social o esclavitud. La humanidad avanza con condiciones culturales e ideológicas que alteran la vida de los individuos desde su fase inicial, imponiendo esquemas, adjudicando prejuicios raciales, y esas mismas condiciones inducen a la vergüenza de sus raíces.

En una aproximación a la historia, el racismo se origina con la trata negrera o el comercio de las personas de África, que eran esclavizadas por los europeos con el argumento de ser seres inferiores. Los europeos constituyeron ese escenario para justificar el comercio de seres humanos y luego la implantación del sistema esclavista.

Según Jhon Antón, se entiende por afrodescendientes a todos los pueblos y las personas descendientes de la diáspora africana en el mundo. En América Latina y el Caribe, el concepto se refiere a las distintas culturas “negras” o “afroamericanas” que emergieron de los descendientes de africanos, las que sobrevivieron a la trata o al comercio esclavista que se dio en el Atlántico desde el siglo XVI hasta el XIX.

Sin embargo, en cada nación existe un contexto histórico distinto, en cuanto a sus orígenes y desarrollo de la transculturación. En el caso de República Dominicana, como explica Carlos Esteban Deive, la población negra y mulata es el resultado de diversas migraciones: las procedentes directamente de África, las migraciones de esclavos fugitivos desde la colonia francesa y los llegados de otros puntos de las Antillas, sobre todo de las Menores, ya dominadas por franceses, ingleses, holandeses, etc.

Permaneciendo con las luces del racismo vigente en Dominicana, la discriminación es constante, tanto en la denigración por aspecto físico (color de piel, tipo de pelo y otros rasgos característicos), denigración social (descendencia familiar, estatus social) e irrespeto a las creencias (costumbres o manifestaciones de origen africano). La sociedad es víctima de sus componentes, la guerra contra sí misma. Hay lugares que solo le permiten la entrada a personas de tez clara, existen empresas que para la selección del personal se basan en el aspecto físico o en la zona donde resida el o la postulante, producción de frases o refranes de naturaleza discriminatoria, con el fin de anular o disminuir los derechos de entes, grupos y naciones. En todo caso, cada una de estas actitudes responde a construcciones mentales, sometidas a  estereotipos y prejuicios propios de una época y  circunstancia, sustentada en procesos sociales o manifestaciones políticas.

Coincidiendo con Alcides Pimentel Paulino, expone que el anti-haitianismo se ha convertido en una manera de reivindicar la dominicanidad. Por esta vía de negación de identidad, muchos dominicanos han llegado a creer que los negros son únicamente los haitianos, y que por tanto pueden ser discriminados. Al construir nuestra identidad desde la etnia y no desde la cultura mixta (hispana, africana, indígena) se produce un desajuste entre la sociedad y la identidad nacional proyectada, un hecho que fomenta el racismo de manera indirecta al fusionar dominicanidad con hispanidad. El resultado es que en nuestra mentalidad asociamos la dominicanidad con las pieles claras, cuando los dominicanos podemos ser de cualquier color, fruto de los mestizajes internos y de los flujos migratorios que ha recibido el país desde la colonización.

En el proceso de clasificación social es que la cultura revela su participación, pues cuando nos referimos a la misma, la separamos entre las demás “culturas”, y no como conjunto total. Lo que indica el reflejo de todo aquello en lo que nos diferenciamos de otro grupo con características distintas a la propia, pero con semejanzas entre sus entes. Esa herencia de acciones, costumbres, producciones materiales e intelectuales, y la condición de transmitir la historia, es la diversificación y diferenciación de los pueblos. Cada cultura describe componentes internos a través de los cuales pretenden asegurar su permanencia. Estos mecanismos de autoprotección se conocen como enculturación, es decir, cuando un sujeto se impregna de la forma de vida y de pensar de la cultura a la que pertenece. Cuando una cultura está tan arraigada en los sujetos, al punto de tener instintos violentos y cometer faltas para defender sus creencias, prima el  etnocentrismo, basado en que los pensamientos infundados en la cultura son los correctos y toda forma de vida que se aparten de la nuestras son incorrectas, poco evolucionadas o irracionales.

El instinto natural de los seres humanos los conduce a la necesidad de sentir que son parte de un conjunto determinado, considerar aceptación y sentido de pertenencia, que obliga pisar el extremo en base al rechazo de entes con la misma condición humana. Bien lo explica Frantz Fanon cuando dice que el inconsciente colectivo, entendiéndose este como el conjunto de prejuicios, mitos y actitudes combinadas de un grupo determinado, es la consecuencia de la imposición cultural irracional, gracias al inconsciente colectivo el antillano - negro - ha hecho suyos todos los arquetipos del europeo. Esta herencia colonial esclavista quedó impresa en la formación lingüística latinoamericana. El adjetivo negro es sinónimo de los estereotipos racistas contra la comunidad negra, es sinónimo de lo malo y aborrecido por la sociedad, y se reproduce en cientos de palabras y frases tales como: aguas negras, suerte negra, zona negra, obra negra, lista negra, negro final, negra intención, leyenda negra, negros pensamientos, negros recuerdos, bolsa negra, libro negro, alma negra, oveja negra, magia negra, mercado negro, humor negro, etc.

Los medios de comunicación, los centros educativos, las religiones y la familia son los principales promotores de prejuicios en la sociedad, casi siempre de manera involuntaria.

El racismo no es proceso social que deba ser evaluado a partir de la ideología, sino a partir de transformaciones sociales, es una forma de vida, es la adopción de creencias de rechazo étnico trasferidas de generación en generación. No se elimina con publicidad, ni congresos, ni con discursos. Sí puede influir en el cambio de conducta, concientizar en alguna situación, pero no cambiará la realidad hasta que no se accione desde la educación, revalorando la historia y fortaleciendo la identidad colectiva con objetividad. No somos educados de manera multicultural para entender nuestros orígenes étnicos, la mayoría de mensajes educativos promueven el sentir de la identidad hispanoamericana. Nos desposeemos, mutilamos nuestra esencia, arrebatamos nuestra conciencia por instintos de poder. No hay nada más que esta piel que nos cubre, no hay color, ni diferencias. Humanos, es lo que somos.
 
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