Título de la obra: La Cigarra.
Por: María Elena Walsh.
Tantas veces me mataron, tantas veces me morí, Sin embargo estoy aquí resucitando. Pero si estoy a la desgracia y la mano con puñal por qué mató tan mal, y seguí cantando.
Cantando al sol como la cigarra después de un año bajo la tierra, igual que sobreviviente que vuelve de la guerra.
Tantas veces me borraron, tantas desparecí, ami propio entierro fui sola y llorando; hice un nudo en el pañuelo pero me olvidé después que no era la única vez y seguí cantando.
Cantando al sol como la cigarra después de un año bajo la tierra, igual que sobreviviente que vuelve de la guerra.
Tantas veces te mataron, tantas resucitarás, cuántas noches pasarás desesperando. Y a la hora del naufragio y la de la oscuridad alguien te rescatará para ir cantando.
Cantando al sol como la cigarra después de un año bajo la tierra,
igual que sobreviviente que vuelve de la guerra.
Fragata Cultural se une a la conmemoración anual en memoria de las víctimas del Holocausto, en donde fallecieron cerca de seis millones de judíos, de los cuáles un millón quinientos mil eran niños.
En octubre de 2011 recibí un correo electrónico de una persona que había comprado mi libro "Un Regalo a Stella Maris" a través de AMAZON ESPAÑA. Sus líneas eran breves y lucían sinceras, finalizando con una interrogante:
"Buenos días Luis, recién acabo de adquirir tu poemario y además de la nota del autor, El Detalle de Mimí me enloqueció. ¿Qué es lo que mueve a un hombre a escribir algo tan maravilloso como esto?" De momento no supe que responder, y me causó mucha gracia. Días después le respondí. ¡Si..! Me tomó días, y ¿saben que? Creo que a mi cliente no le convenció mi alegato, pero me reconforta pensar, o mas bien imaginar que no vio mi contestación en su bandeja de entrada, o que la borró incidentalmente antes de leerla. La española aún no me ha confirmado que recibió mi respuesta. Pero, ¿Qué es lo que mueve a una mujer escribirle a un pendejo al otro lado del mundo para saber por que escribió algo? ¿Realmente a la gente le gusta este escrito? Pareciera que si, pues de todas las personas que conozco, y que han adquirido mi libro, todos se inclinan en elegir a El Detalle de Mimí como lo mejor de esta compilación. Lo que muchos de ellos no saben, es que en efecto Mimí existe, y es oriunda de uno de los lugares (para mí) más especiales de la geografía panameña: LA CHORRERA. El Detalle de Mimí no es mas que un hermoso recuerdo transformado en párrafos. Se trata de una niña que conocí en el verano de 1988 en el barrio de Los Guayabitos, contiguo a la feria de La Chorrera. Llegaba casi todos los días a la casa de mis tíos a llevarme regalos y otros detalles. Era un encanto verla sobre su pequeña bicicleta pedalear por las calles del barrio arriba enunciado. Nuestros destinos tomaron rumbos distintos, pero su sonrisa me acompaño siempre, y aunque nunca mas supe de ella, me agradaba pensar en sus atenciones, que no eran mas que chocolatitos, confites, y una inocente sonrisa (algo despoblada de incisivos y caninos), nada que no pudiera comprar una niña de 8 años. Veinte años después, estaba revisando mi cuenta de facebook, y en el perfil de una amiga, me pareció verla en su lista de amigos. Ahí estaban sus rizos adornando su mirada tierna. Ese día supe su verdadero nombre: ALEXANDRA MATA. A pesar que le envié una solicitud de amigos, mi querida Mimí no la aceptó. Obvio, ¿como se me ocurre a mi que ella me iba a reconocer? Yo pesaba en aquel entonces unas ochenta libras con ropa mojada y botas; y ella... ella ni siquiera tenía los pechos que lucían muy bien puestos en algunos escotes de sus albumes de fotos de la reconocida red social. Meses después me atreví a escribirle, y fue entonces cuando me reconoció. Quizás fue esa extraña sensación de júbilo lo que me motivó a escribir esta hermosa prosa. Para mí era muy importante que ella me recordara tanto como yo a ella. Me tomó cerca de 20 minutos redactar el primer borrador. Cuando decidí incluirlo para que abriera mi primer libro, le hice muy pocas correcciones de índole gramatical, por lo demás, quedó intacto. Me hubiera gustado que alguien filmara ese momento en que Mimí, recibía la correspondencia y sacaba a relucir el primer ejemplar de "Un regalo a Stella Maris", una edición única, pues se tuvieron que hacer cambios sustanciales en la segunda edición para poder optar por la distribución global en las plataformas de ventas bajo demanda. Con ustedes, mis estimados lectores, El Detalle de Mimí, de mi poemario "UN REGALO A STELLA MARIS". Los párrafos que siguen se explican por sí solos.
EL DETALLE
DE MIMÍ
La mañana transcurre con
normalidad en el barrio de Los Guayabitos, cercano a la Feria de La
Chorrera. Una brisa veraniega fustiga
apaciblemente los portales de las casas y pequeños remolinos de hojas secas se
forman en el cruce donde está ubicada la tienda del señor Rubelio.
En una de las viviendas, una niña
se mira al espejo algo nerviosa. Se
preparaba para una difícil empresa, quizás para ella la más importante que
realizaría a su corta edad. El espejo
cómplice refleja la imagen de aquel peine que se desliza suavemente por las
delicadas hebras de cabello color oro que le cuelgan a la pequeña jovencita
desde el cráneo hasta poco más abajo de sus hombros.
El Consejo General de los niños
del barrio habían acordado el día anterior de encontrarse a las cuatro de la
tarde frente en la casa del señor Karicas con el propósito de jugar la lata,
un antiguo juego de los niños panameños que consistía en esconderse y tratar
de rescatar a los encontrados por el buscador, arrebatándole la lata que tenía
en su poder y que era rellenada con piedras para que hiciera ruido al momento
del salvamento.
La niña se preparaba para llegar
mucho antes de lo acordado, pues era necesario incrustarse en la memoria de
alguien para siempre y no estaba dispuesta a dejar pasar más tiempo.
De pronto, ruge el cacho con su
estridente sonido proveniente del edificio del Cuerpo de Bomberos de La
Chorrera indicando que son las doce del medio día y de inmediato, la niña sale
del baño con dirección a la puerta de entrada de su casa.
Las verjas de la vivienda del
Doctor Mata se abren, y sobre una diminuta bicicleta, pedalea la bella Mimí por
la deteriorada calle frente a su casa con la intención de hacer una escala
estratégica en la tienda del señor Rubelio.
Mientras avanza, las gramas de
los patios se reverdecen, las flores veraneras de los jardines de las casas le
sonríen, y los árboles de marañón, de mango, de ciruela y de guaba, se
inclinan para hacerle reverencias a la hermosa muchachita.
A ella, le encantan
las malteadas que en enormes vasos de aluminio les sirve Don Rubelio a los
niños chorreranosjunto convasitosde raspado, a cambio de la módica suma de veinticinco centavos de
dólar.Era necesaria una de ellas para
darle fuerzas ante la significativa y valiente proeza que en pocos minutos
realizaría.
El cabello de la bella Mimí
brilla cuan destellos que desesperados, hacen lo imposible para no ser
opacados por los eclipses de sol. Vestía
un pantaloncito licra color naranja, una camisita blanca sin mangas, medias dobladas
en tres partes y un par de zapatillitas blancas.
Una vez ingerida la malteada,
la niña toma aire, aborda su bicicleta y se dirige a la residencia en donde
horas más tarde se encontrarían los niños del barrio para jugar la lata.
En las escaleras de la entrada
de aquella vivienda, un muchacho la observa acercarse mientras que los papos y
las chavelitas del jardín florecen ante la llegada al lugar de tan descomunal
expresión de la belleza chorrerana.
Él le comenta: – ¡Mimí!, tu
por aquí tan temprano... ¿y ese milagro?
Ella se baja de su
bicicleta y se le acerca al tiempo que contesta: – ¡Vine a
traerte algo!
Él le sonríe y le mira
fijamente a los ojos.
Ella se sonroja... sus
pestañas tintinean... y una inocente sonrisa entrecortada se dibujó en su
diminuto rostro. En su labio superior, una delgada línea blanca delataba la
malteada asesinada a tragos minutos antes.
Ella tomó la mano izquierda
del muchacho y en su palma, colocó el regalito que con tanta admiración y
afecto le acababa de comprar en la tienda del señor Rubelio.
El se sonrojó al percatarse
que se trataba de 6 pequeños corazoncitos de chocolate envueltos en un papel de
color aluminio, de esos que se les conoce con el nombre de “besitos”.
La niña se llenó de valor y a
la velocidad de un colibrí, se acerca aún más para besar la mejilla del
muchacho retrocediendo de inmediato para abordar su bicicleta.
De regreso a casa, sus
cabellos se levantan en el aire al momento que su cabeza gira hacia atrás para
decirle a él: – ¡Nos vemos a las cuatro para jugar la lata!
Mientras que la bicicleta de
la bella Mimí se aleja, una picarona sonrisa se dibuja en el rostro del
adolescente.
Es el primer detalle que recibe de una niña que se interesa por el...
ALEXANDRA MATA (MIMÍ) EN LA ACTUALIDAD
(Recibiendo la correspondencia con un ejemplar del libro en su interior)
UN REGALO A STELLA MARIS
Las Quince Primaveras
De venta en todos los canales de distribución de las tiendas AMAZON y LULU
Las imágenes de este escrito fueron tomadas por el autor en el sitio.
Título de la obra: Playa La Ermita: un instante compendiado en décimas. Género: Poesía. Forma poética: Octosílabos en estrofas de 10 versos (Décimas). Autor: Luis Flórez Karica.
Sobre un linóleo de sal las olas se precipitan... y dos cangrejos se excitan en su danza conyugal. El encuentro ocasional de los crustáceos en celo, fue espiado desde el cielo por un ser angelical que volaba hasta el final de las olas con anhelo.
¡El sol abraza el lugar! el calor es sofocante... y la joven estudiante decide abrazar el mar. Se acaba de enamorar de un humilde pescador, y que en el mes anterior consigue que su amor entre. Muy adentro de su vientre germina el mas grande amor.
Con un rojo que me hechiza los rayos del sol son lerdos, y al ritmo de mis recuerdos va la tarde que agoniza. Una brisa advenediza trae el sabor de sus bocas, y al juntar sus risas locas con frenesí yo sentí, los besos que repartí sobre las antiguas rocas.
La noche es negra laguna... y bajo de ella un delfín va nadando hasta el confín del reflejo de la luna. El espera tener fortuna con una delfín bonita, y ha cuadrado una cita para poder coexistir. Un amor ha de surgir en los mares de La Ermita.
Mi voz suele coincidir con la danza del trasmallo... sembrado en el mes de mayo por gente de buen vivir. ¡Hoy sierras van a morir! Colmarán un bote noble tallado de un gran roble que se tuvo que morir... así yo quiero dormir... sobre olas en redoble.
Si tuviera que elegir un lugar en este mundo; con un anhelo profundo en La Ermita quiero morir. Lo mejor de mi existir es poderme guarnecer en un bello amanecer al momento de partir... La Ermita me hará vivir
después de yo fallecer...
En la orilla de El Remanse, donde
yo aprendí a nadar,
fui a buscar las tibias aguas que
solía yo abrazar.
y después de muchos años de aquél
río visitar
El Remanse se despierta... y me
empieza a suplicar.
Mi tigrillo buen mozo, ¿Por qué
ya no has de disfrutar de las cálidas caricias que mis aguas te han de
dar? Ya los niños han crecido y no
vienen a jugar,
ya no hay jóvenes que quieran por
las noches romancear.
Con los ojos humedecidos El
Remanse me contó,
que los niños de San Carlos ya no
rayan su peñón.
La tristeza me ha vencido tras el
río reclamar
que no vayan los chiquillos por
las tardes a nadar.
Ya no vienen las ancianas con sus
bultos a lavar...
ya los perros no se esmeran en
iguanas corretear..
En la orilla de El Remanse, donde
por primera vez nadé, abrazado por sus aguas, con el río...
lloré...
Nota: La charca "El Remanse" es un embalse natural que forma parte del Río Agallal, que proviene de las montañas de La Ermita, y desemboca en la playa del mismo nombre, ubicada en la costa oeste de la Provincia de Panamá, en el océano pacífico.
Esta charca profunda a la que el autor dedica el poema, está ubicado en el poblado de Piedras Gordas, Corregimiento de El Higo, Distrito de San Carlos.
Algunos ancianos del pueblo de Piedras Gordas afirman que este embalse natural fue en su momento, un lugar de reposo para las tropas rebeldes de Victoriano Lorenzo en la guerra de los mil días.
Mar Alzamora-Rivera forma parte de la nueva generación de poetas empíricos que sin prepararse en talleres de creación literaria, lograr abrirse paso en la creciente pasión del panameño por la escritura.
Conversó en exclusiva con los marinos de la Fragata Cultural, y nos confesó que muy pronto incursionará en el mundo del cine escribiendo guiones.
"En las pequeñas cosas están los grandes detalles de la vida". Esta es la frase predilecta que siempre utiliza mi ex-profesor de economía (ahora amigo personal) antes de transmitirme un consejo de vida en las tertulias improvisadas y enrojecidas por litros de vino. El profesor Palacios dice: "Ponle cuidado a las cosas pequeñas, por más insignificantes que parezcan, pues en ellas encontrarás los grandes detalles de la vida". Vaya que tiene razón.
En el stand del Instituto Nacional de Cultura, uno de los tantos que se encuentran marinando en el "mar de conocimientos" de la Novena Feria Internacional del Libro, nos encontramos quizás con la obra literaria más pequeñita del evento. Al recordar las enseñanzas de mi maestro, rápidamente me detuve, lo tomé, y pregunté: ¿Cuanto cuesta?
Lo que aconteció después fue un cúmulo de información valiosa y sensaciones agradables, pues tenía en mis manos la primera publicación de Mar Alzamora-Rivera, una obra denominada "El día que no tuvo noche". El pequeño libro consta de poco menos de 50 páginas y sus versos se diseminaron rápidamente en el mapa sensorial de mi ser inconsciente.
Ella nos confesó que es una poetisa empírica, pues nunca se ha preparado para escribir, lo que me parece fabuloso, pues aunque existan parámetros para el género, los poetas deben limitarse a escribir sentimientos y sensaciones, y esas cosas no se aprenden... se viven... se perciben.. se sienten...
La pureza poética de la obra "El día que no tuvo noche" es muy bien explicada por Salvador Medina Barahona, quien en la contraportada del libro relata: "Versos surgidos tras el vaivén de la pérdida, y tallados bajo la estricta supervisión de la soledad, son estos que conforman El día que no tuvo noche, primer libro de Mar Alzamora-Rivera. Su palabra poética ha traído goce de lo difícil y ha dado re-significación a la ruptura. Lejos están los días en que la heroína vive de hazañas amorosas; pero han llegado a nosotros hechos arte, bella pulsión de lo imposible, energía cinética que deviene en reencuentros airados o en búsquedas de identidad personal que sirvan de sustitución del recuerdo. He aquí una hermosa paradoja: Que se cante desde lo sin voz; que se ame desde lo que ya dejó de latir. Se mueve en estas páginas un idioma sagrado, de esos que articulan los amantes luego de sobrevivirlo y olvidarlo todo. Hay en ellas restos de pólvora que se parecieran reunirse bajo un sol de mediodía, arsenal de luz a punto de estallarnos en la cara".
Mar Alzamora-Rivera nos entregó la "Pequeña Gran Obra" de la Novena Feria Internacional del Libro, con un valor agregado e inesperado: la sonrisa más hermosa de todo el Centro de Convenciones Atlapa y un club de libélulas que me persiguen hasta los confines más recónditos de lo que falta por conocer.
Desde los mares panameños, tras el timonel de nuestra Fragata Cultural, presento para toda Iberoamérica a Mar Alzamora-Rivera, y su conjunto de versos que al mezclarse se denominan "El día que no tuvo noche".
Aquí junto a la nueva poetisa panameña.
"Cuando llegan los días en que la música se silencia, la palabra busca esas rutas vacías donde a veces germina la memoria. En esos lugares, donde habitan los fantasmas propios de la vida, nacen estos poemas"
Yo escribí sobre el tiempo y sobre el agua,
describí el luto y su metal morado,
yo escribí sobre el cielo y la manzana,
ahora escribo sobre Stalingrado.
Ya la novia guardò con su pañuelo
el rayo de mi amor enamorado,
ahora mi corazòn está en el suelo,
en el humo y la luz de Stalingrado.
Yo toqué con mis manos la camisa
del crepúsculo azul y derrotado:
ahora toco el alba de la vida
naciendo con el sol de Stalingrado.
Yo sé que el viejo joven transitorio
de pluma, como un cisne encuadernado,
desencuaderna su dolor notorio
por mi grito de amor a Stalingrado.
Yo pongo el alma mía donde quiero.
Y no me nutro de papel cansado,
adobado de tinta y de tintero.
Nací para cantar a Stalingrado.
Mi voz estuvo con tus grandes muertos
contra tus propios muros machacados,
mí voz sonò como campana y viento
mirándote morir, Stalingrado.
Ahora americanos combatientes
blancos y oscuros como los granados,
matan en el desierto a la serpiente.
Ya no estás sola, Stalingrado.
Francia vuelve a las viejas barricadas
con pabellòn de furia enarbolado
sobre las lágrimas recién secadas.
Ya no estás sola, Stalingrado.
Y los grandes leones de Inglaterra
volando sobre el mar huracanado
clavan las garras en la parda tierra.
Ya no estás sola, Stalingrado.
Hoy bajo tus montañas de escarmiento
no sòlo están los tuyos enterrados:
temblando está la carne de los muertos
que tocaron tu frente, Stalingrado.
Deshechas van las invasoras manos,
triturados los ojos del soldado,
están llenos de sangre los zapatos
que pisaron tu puerta, Stalingrado.
Tu acero azul de orgullo construido,
tu pelo de planetas coronados,
tu baluarte de panes divididos,
tu frontera sombría, Stalingrado.
Tu Patria de martillos y laureles,
la sangre sobre tu esplendor nevado,
la mirada de Stalin a la nieve
tejida con tu sangre, Stalingrado.
Las condecoraciones que tus muertos
han puesto sobre el pecho traspasado
de la tierra, y el estremecimiento
de la muerte y la vida, Stalingrado.
La sal profunda que de nuevo traes
al corazòn del hombre acongojado
con la rama de rojos capitanes
salidos de tu sangre, Stalingrado.
La esperanza que rompe en los jardines
como la flor del árbol esperado,
la página grabada de fusiles,
las letras de la luz, Stalingrado.
La torre que concibes en la altura,
los altares de piedra ensangrentados,
los defensores de tu edad madura,
los hijos de tu piel, Stalingrado.
Las águilas ardientes de tus piedras,
los metales por tu alma amamantados,
los adioses de lágrimas inmensas
y las olas de amor, Stalingrado.
Los huesos de asesinos malheridos,
los invasores párpados cerrados,
y los conquistadores fugitivos
detrás de tu centella, Stalingrado.
Los que humillaron la curva del Arco
y las aguas del Sena han taladrado
con el consentimiento del esclavo,
se detuvieron en Stalingrado.
Los que Praga la Bella sobre lágrimas,
sobre lo enmudecido y traicionado,
pasaron pisoteando sus heridas,
murieron en Stalingrado.
Los que en la gruta griega han escupido,
la estalactita de cristal truncado
y su clásico azul enrarecido,
ahora dònde están, Stalingrado?
Los que España quemaron y rompieron
dejando el corazòn encadenado
de esa madre de encinos y guerreros,
se pudren a tus pies, Stalingrado.
Los que en Holanda, tulipanes y agua
salpicaron de lodo ensangrentado
y esparcieron el látigo y la espada,
ahora duermen en Stalingrado.
Los que en la noche blanca de Noruega
con un aullido de chacal soltado
quemaron esa helada primavera,
enmudecieron en Stalingrado.
Honor a ti por lo que el aire trae,
lo que se ha de cantar y lo cantado,
honor para tus madres y tus hijos
y tus nietos, Stalingrado.
Honor al combatiente de la bruma,
honor al comisario y al soldado,
honor al cielo detrás de tu luna,
honor al sol de Stalingrado.
Guárdame un trozo de violenta espuma,
guárdame un rifle, guárdame un arado,
y que lo pongan en mi sepultura
con una espiga roja de tu estado,
para que sepan, si hay alguna duda,
que he muerto amándote y que me has amado,
y si no he combatido en tu cintura
dejo en tu honor esta granada oscura,
este canto de amor a Stalingrado.
Algún día patria mía....
Tus peces nadarán seguros en tus mares,
mil rosas florecerán al horizonte
y en tus aires
se pasearán con gozos
cien mil nubes con banderas
y un arco iris tricolor
anunciando tu liberación
será el encanto final de la victoria
y serás libre... Y serás libre!
Algún día patria mía,
un águila guerrera, campesina, panameña,
fundirá con su mirada
cincuenta estrellas, que hoy te dañan
y te oprimen
y te hieren
y te queman
y entonces serás libre, libre, libre.
Algún día patria mía,
reverdecerán tus pastos
y tus fértiles campiñas
bañadas de lluvias frescas
traerán frutos y esperanzas nuevas
porque no habrán mas balas
en tus tierras ni en tus campos,
y no verán fusiles
ni cañones
ni armamentos
ni metrallas
ni extraños uniformes en tus calles
ni bases militares extranjeras
como insulto agresivo a tu bandera
y serás libre... Y serás libre!
Algún día patria mía,
un coro de mártires
se oirá en todos tus cerros
y el Ancón de Amelia
verá su Chorrillo restaurado
porque no habrán más cercas
que interrumpan tus senderos
ni necios policías
que priven a los niños de sus juegos
bajo un cielo libre, soberano, panameño.
Algún día patria mía,
con tus sueños y ansias enlazadas
tus poetas harán del futuro
un nuevo lienzo
y en él no serán ¡Oh Patria!
la pequeña de Miró,
ni la fácil ni la abierta
de Demetrio Korsi,
ni la de oscuros cuartos donde no entra el sol
de Demetrio Herrera,
y tus horas no serán ¡Oh Patria!
horribles cloacas
como Franco te pensara por momentos
porque serán tan grandes como tu dolor pasado,
tan luminosa como la sonrisa de tus hijos
Entonces Patria mía
te defenderán hasta la muerte
una cadena irrompible de banderas,
con manos valientes por estrellas
y lanzas de fuego por sus mástiles.
Y por siempre Patria mía,
descansarás sobre apacibles aguas
y espumas de canales
recorrerán todos tus mares
y la tenue caricia de tus vientos,
mecerá la hamaca de tus hijos
y nacerás robusta ante la nueva historia.
Y por siempre Patria mía
serás libre, libre... LIBRE.
Panamá, noviembre de 1973.
FELICIDADES PANAMÁ: 13 AÑOS ADMINISTRANDO TU CANAL, Y ERES SOBERANA SOBRE CADA CENTÍMETRO CUADRADO DE TU TERRITORIO (31 DE DICIEMBRE DE 1999 - 31 DE DICIEMBRE DE 2012).
Semanas antes de que mi sobrina
Stella Maris De Abreu cumpliera catorce años (4 de julio de 2010), decidí obsequiarle
algo diferente y especial, pero que no resultara muy oneroso para mi tan
golpeada economía. Así fue como de las
entrañas de los más profundos sentimientos y recuerdos que gravitan en mi yo
interior, nació Un regalo a Stella Maris, un poema escrito sobre las ardientes
arenas de la playa El Palmar, en el maravilloso Distrito de San Carlos.
Este poema se inspira en la forma como el tiempo nos sorprende
desapareciendo para siempre a los niños y niñas que amamos, convirtiéndolos
repentinamente en hombres y mujeres quedando en nuestros adentros una lacerante
sensación de amargura por lo poco que los pudimos disfrutar.
Sobre una alfombra de arena gris y bajo la sombra de
uno de aquellos ranchos que se alquilan en el concurrido balneario (El
Palmar), recordaba cuando mi sobrina y yo hacíamos castillos de arena en un
domingo de playa, en el mismo lugar en donde ahora me encontraba con un lápiz
gastado y un pedazo de papel manila, y en donde poco a poco cada vivencia
fluía, impregnándose en el papel de manera mágica, convirtiéndose al final en
dos hermosos tembleques diseñados con versos.
En el marco de la celebración de sus quince años (4 de julio de 2011)
decidí conjugar en esta obra las cosas que mi sobrina y yo sabemos hacer muy
bien: Ella recién inicia su carrera como modelo; yo comienzo con la publicación
de esta obra mi carrera como escritor. Y
como apreciar fotos de Stella Maris es sinónimo de leer versos, presento a
ustedes con sentimientos cargados de júbilo “UN REGALO A STELLA MARIS, Las
Quince Primaveras”, que no es más que una compilación de todos los escritos
realizados con cariño a mi patria, al amor y a mis enamoradas en los últimos
quince años, alternados con imágenes en blanco y negro de mi querida sobrina.
De las montañas de fotografías tomadas a Stella, y que nos muestran algunos
pasajes de su vida durante su cor-to peregrinaje por la tierra, me tomé la
tarea de seleccionar cada retrato que acompañará a cada uno de mis
poemas. A medida que avancen en su
lectura no notaran la diferencia entre imágenes y versos, pues como les decía
anteriormente: “Las fotos de mi sobrina son versos”.
Y como ya he quebrantado todos los esquemas literarios haciendo esta
extraña mezcolanza de retratos y versos, iniciaré esta obra con un escrito tan
extraño y tierno, que no lo puedo ubicar ni como un poema en prosa, ni como
un relato, ni como un cuento. Se trata
de una experiencia personal que ha navegado en mi memoria durante los últimos
veinte años, recreado en las calles del barrio de Los Guayabitos, cercano a la
Feria de La Chorrera, y que lleva como título: El Detalle de Mimí.
Agradezco de todo corazón a mis antiguas compañeras sentimentales que
aunque no quieran verme ni en pinturas, gentilmente me han devuelto lo que una
vez con tanta admiración les escribí, escritos que en algunos casos los había
olvidado por completo.
De esta forma tan peculiar le doy el adiós a la niña, dejándola ir para
siempre de mi vida para darle la bienvenida a la adolescente que muy pronto se
convertirá en mujer y se casará con algún cocodrilo que la enamore. Solo tengo la esperanza que quien lo haga no
escriba mejor que yo.
A ella, le extiendo un abrazo repleto de sentimientos con la humilde
ilusión de que sea este libro el mejor regalo que reciba en el 2011, año en
que se celebran sus quince primaveras, y que el Todopoderoso la siga colmando
de éxitos y bendiciones por siempre.
Fue aproximadamente en el año de 1906 cuando el poeta Rubén Dario visitó la casa de su médico, el Doctor Louis Henri Debayle, en la paradisiaca Isla de Cardón, en Corinto, Nicaragua.
Margarita, una niña de al menos 8 años, y quien era hija del Dr. Debayle, le pide al poeta que le escriba un cuento en versos. Una tarde en la playa, mientras la niña jugaba en la arena, Ruben Darío, sentado sobre una roca, escribe uno de los mas grandes poemas de todos los tiempos: A Margarita Debayle.
He aquí la "joya" escrita por el Nicaraguense Universal de los Siglos.
A MARGARITA DEBAYLE
Margarita está linda la mar,
y el viento,
lleva esencia sutil de azahar;
yo siento
en el alma una alondra cantar;
tu acento:
Margarita, te voy a contar
un cuento:
Esto era un rey que tenía
un palacio de diamantes,
una tienda hecha de día
y un rebaño de elefantes,
un kiosco de malaquita,
un gran manto de tisú,
y una gentil princesita,
tan bonita,
Margarita,
tan bonita, como tú.
Una tarde, la princesa
vio una estrella aparecer;
la princesa era traviesa
y la quiso ir a coger.
La quería para hacerla
decorar un prendedor,
con un verso y una perla
y una pluma y una flor.
Las princesas primorosas
se parecen mucho a ti:
cortan lirios, cortan rosas,
cortan astros. Son así.
Pues se fue la niña bella,
bajo el cielo y sobre el mar,
a cortar la blanca estrella
que la hacía suspirar.
Y siguió camino arriba,
por la luna y más allá;
más lo malo es que ella iba
sin permiso de papá.
Cuando estuvo ya de vuelta
de los parques del Señor,
se miraba toda envuelta
en un dulce resplandor.
Y el rey dijo: —«¿Qué te has hecho?
te he buscado y no te hallé;
y ¿qué tienes en el pecho
que encendido se te ve?».
La princesa no mentía.
Y así, dijo la verdad:
—«Fui a cortar la estrella mía
a la azul inmensidad».
Y el rey clama: —«¿No te he dicho
que el azul no hay que cortar?.
¡Qué locura!, ¡Qué capricho!...
El Señor se va a enojar».
Y ella dice: —«No hubo intento;
yo me fui no sé por qué.
Por las olas por el viento
fui a la estrella y la corté».
Y el papá dice enojado:
—«Un castigo has de tener:
vuelve al cielo y lo robado
vas ahora a devolver».
La princesa se entristece
por su dulce flor de luz,
cuando entonces aparece
sonriendo el Buen Jesús.
Y así dice: —«En mis campiñas
esa rosa le ofrecí;
son mis flores de las niñas
que al soñar piensan en mí».
Viste el rey pompas brillantes,
y luego hace desfilar
cuatrocientos elefantes
a la orilla de la mar.
La princesita está bella,
pues ya tiene el prendedor
en que lucen, con la estrella,
verso, perla, pluma y flor.
Margarita, está linda la mar,
y el viento
lleva esencia sutil de azahar:
tu aliento.
Ya que lejos de mí vas a estar,
guarda, niña, un gentil pensamiento
al que un día te quiso contar
un cuento.